viernes, 8 de julio de 2011

Con esperanza...

Con frecuencia nos quejamos del daño que nos hace la gente, culpamos casi siempre al resto de las personas, a terceros y los hacemos cargo de nuestras desgracias, de nuestros males. Pero ¿nunca nos pusimos a preguntar si el daño que nos hacemos a nosotros mismos no es igual o mayor? Tal vez no son los otros los que nos hacen daño, sino que somos nosotros los que nos lastimamos. Las personas son como espejos, vemos en ellas nuestro reflejo, con actitudes positivas y negativas. Y entonces creemos que son los otros los que nos dañan, cuando en realidad no somos más que nosotros. Usamos palabras inconsientemente tratando de degradarnos tras un error cometido, y nos olvidamos que somos humanos, que el sentido de equivocarse es aprender, y que no somos seres capaces de no cometer errores. Y no digo "no somos perfectos" porque creo que cada uno de nosotros, es un ser totalmente perfecto, a su manera. Por eso creo que si hay alguna persona que me hizo daño, no fui más que yo misma. Los pensamientos que tenemos sobre nosotros mismos a veces pueden ser horrorizantes. A veces nos fijamos tanto en querer y aceptar al resto, que nos olvidamos de nosotros mismos. Mucha gente no le da la verdadera importancia al aceptarse y amarse como es uno mismo. Algunos piensan que eso los haría ser una persona egocéntrica, engreída, o hasta verse narcisista. Pero personalmente no creo que sea así. A veces nos quejamos porque decimos que las personas que tenemos a nuestro alrededor no nos hacen felices. Pero ellos nunca podrán hacerte feliz, porque, la única persona que puede hacerte feliz sos vos! Nada más que vos te conocés como nadie en este mundo. Sabés a la perfección las cosas que te gustan y las que no. Sabés qué es lo que te hace sonreír, sabés cuales son tus sueños, tus verdaderos sueños, esos que tal vez nunca se los contaste a absolutamente nadie. A veces pienso que el mundo sería mejor si cada uno de nosotros nos amaramos y aceptaramos como somos. Todos somos hermosos y perfectos. Pero no todos somos iguales, porque en cuanto a la perfección y la belleza no existe un parámetro que diga como debemos ser. Me llevó mucho tiempo darme cuenta de esto, muchas lágrimas, mucho sufrimiento. Me pareció un poco loco al principio, pero hoy, me doy cuenta de lo importante que soy, y de todo el daño que me había hecho a mi misma sin motivo alguno, solo porque estaba ciega. Ciega de ideas absurdas, que no salían de una mente en buen estado. Pero poco a poco voy curando yo misma mis heridas, y voy dejando atrás todo ese mal que me hice. Y no espero que venga alguien a sanarme, ni que un príncipe azul me rescate, porque sé perfectamente que la persona que puede hacerme feliz, soy yo misma. Porque aunque se que necesito de las personas en esta vida para dar amor, la única persona que puede sanar algo, fue la misma que lo rompió. Del mismo modo que muchas veces la única persona que te puede hacer calmar, fue aquella que te hizo llorar. A veces tendríamos que dejar de culpar a las personas, y mirar más hacia dentro de nosotros y ver si estamos haciendo algo mal, y si lo detectamos, arreglarlo. Somos perfectos, y hermosos a nuestra manera. Y tenemos que aceptarnos y amarnos por lo que somos, porque el corazón no tiene ojos, tiene sentimientos. Perdonarnos por todo el daño hecho, y empezar de cero. Amigándonos con nosotros mismos. No es fácil, y tal vez no se pueda lograr de primera. Tal vez recaigamos una, dos, o más veces. Pero el hecho siempre está en levantarse tantas veces como hayas caído y seguir luchando por tus sueños, queriéndote, y recordando que las cosas más siemples de esta vida, son las que más feliz te hacen. Viviendo, siempre, con esperanza...

No hay comentarios:

Publicar un comentario