miércoles, 28 de septiembre de 2011

Para perdonar, no se trata de hacer borrón y cuenta nueva y listo, sino de arrancar la hoja y romperla en mil pedazos. Verla destruida es lo único que puede traernos alivio. Decir "ya está, ya pasó", es más reconfortable que decir "ya lo olvidé". Es cierto que nunca se olvida del todo. Y el olvido sin perdón, no es olvido, sino más bien una mentira que decimos espontáneamente porque sí. Pero tampoco sirve de nada llenar la mente con tristes o malos recuerdos, que lo único que hacen es amargarnos más la vida. Admito que yo, hoy, sigo intentando olvidar las imágenes más dolorosas de mi existencia. Esas de las que uno se lamenta día a día y se pregunta ¿Por qué tuve que haber visto algo que no me convenía?. Fue mi decisión y probablemente me persiga toda la vida. Pero me gusta pensar, aunque sea a veces, que con escribir esos pensamientos en un papel y prenderlo fuego, para gozar de ese momento en el que arde lentamente, voy a aliviarme. Irónicamente debería decir que ni con una fogata gigante podría llegar a quemar toda la angustia condensada que tengo encima. Y lo peor de todo es querer salir adelante, cueste lo que cueste, pero esas cosas no te dejan avanzar tan fácilmente. Pero si nunca las sacas de tu vida, interferirán constantemente, y cada vez que estés desprevenida y pienses que todo está bien y todo está marchando bien, te van a volver a arruinar el día. Lo sé porque me pasa usualmente, y hasta que no se entierra definitivamente el pasado, que no está para nada pisado, las cicatrices jamás cicatrizan, y el olvido jamás va a ser olvido.

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