domingo, 9 de mayo de 2010

Hacemos enormes esfuerzos para no necesitar de nadie, para no necesitar de una mirada para existir. Pero somos esclavos de esa mirada, la necesitamos como al aire. Hacemos cualquier cosa por atraer esa mirada. Intentamos ponernos en el campo visual del otro, quisieramos tener un reflector que nos ilumine, quisieramos brillar para ser mirados. Lo curioso, es que los ojos que más nos obsecionan son los que no nos pueden mirar. Pero la mejor mirada no es la que se nos niega, sino esa mirada que no vemos, la que ignoramos distraidamente. Esa mirada inesperada, fuera de todo cálculo. Esa mirada que nos vé cuando no nos sentimos mirados, y por lo tanto nos mostramos mejor. Una mirada capaz de atravesar la máscara y ver lo que hay detrás. Es imposible pedirle que nos mire a una mirada vacia, vaciada. Pero lo querramos o no, somos esclavos de esa mirada. Porque todos somos luces apagadas que solo se encienden cuando alguien nos mira.

No hay comentarios:

Publicar un comentario